2.2.5. Errores básicos en la dirección

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Quien está al frente de una empresa, sea del tipo y sector que sea, bien como Gerente, bien como personal directivo de la misma, puede cometer muy diversos errores que le pueden perjudicar a él y a su propia empresa. Sin duda se mezclarán éstos con sus éxitos y virtudes en la gestión, pero no por eso dejan de ser lunares en su trabajo diario.

Entre los posibles, destacamos el siguiente decálogo negativo, por ser bastante frecuentes en la gestión empresarial. Nuestra recomendación es que quien se vea retratado, total o parcialmente, debería hacer autocrítica de esta situación y ponerle remedio. Lo más normal es que obtenga, de este modo, un beneficio personal.

Errores básico de dirección.

  • No tener objetivos claros.
  • Carecer de prioridades.
  • No medir los trabajos que se realizan.
  • Ser más Hacedor que Director.
  • Escasa orientación al cliente.
  • No captar las oportunidades de Negocio.
  • Funcionar por autoridad jerárquica.
  • Decidir sin la suficiente información.
  • Escasa sensibilidad hacia los colaboradores.
  • Falta de Afán por mejorar.

No tener objetivos claros.

Es el error más frecuente. Son muchos los directivos veleta que van por la vida profesional según les sople el viento, actúan por acontecimientos o por urgencias, no distinguen entre lo importante y lo urgente. Por supuesto, viven centrados en el corto plazo y su dirección es reactiva, a tirones.

Carecer de prioridades.

Aspecto muy ligado con el apartado anterior. Quienes no tienen objetivos tampoco tienen prioridades y, en consecuencia, no saben centrarse en lo principal, en aquellas acciones que les aportan un mayor valor añadido. Viven sumergidos en la permanente trampa de la actividad y gestionan su tiempo por urgencias.

No medir los trabajos que se realizan.

No hay progreso sin medida. Por ello, la única forma de saber si hemos logrado nuestros propósitos es midiéndolos con indicadores determinados al efecto y comparándolos con los objetivos establecidos.

Ser más hacedor que director.

Hay multitud de directivos a los que les encanta hacer, estar en todas las salsas, realizar mejor que los colaboradores, el trabajo que corresponde realizar lo hacen mejor que nadie y que no pueden perder tiempo en explicaciones que alargarían el proceso. Son incapaces de delegar.

Escasa orientación al cliente.

Las exigencias cada vez más apremiantes del mercado y de los clientes externos hacen que prestemos obligatoriamente una mayor atención a las necesidades y demandas de éstos. Pero ¿qué pasa con el cliente interno? Son muchos los jefes que viven al margen del cliente, sea externo o interno.

No captar las oportunidades de negocio.

Hay muchos jefes preocupados únicamente por resolver los problemas que el día les presenta. Su orientación es exclusiva hacia los problemas y piensan que les pagan para resolverlos. ¿Y respecto a las oportunidades? No hay tiempo ni voluntad de captarlas. Cuando uno vive excesivamente pegado en el corto plazo no ve ni aprovecha las oportunidades que puede tener al alcance de su mano.

Funcionar por autoridad jerárquica

Todavía hay jefes anclados en el pasado cuya forma de dirección se basa en el poder que ostentan en la organización, o sea, a través de su autoridad jerárquica. El ordeno y mando, la presión sin control y la imposición son las formas habituales de relacionarse con sus colaboradores.

Decidir sin la suficiente información.

El jefe hacedor, el que vive profesionalmente el día a día a 200 kilómetros por hora, no tiene tiempo para pensar y, en consecuencia, tomará las decisiones sin la correspondiente reflexión. Como sabemos, decidir es el proceso de llevar a cabo una acción con la adecuada información que minimice el riesgo de la misma. Hay muchos directivos que deciden sobre la marcha, en base a su intuición y con grandes niveles de riesgo.

Escasa sensibilidad hacia los colaboradores.

A pesar de lo que se habla de la importancia de las personas, de ser el activo más valioso de las organizaciones, es muy fácil encontrar a muchos jefes que no tienen ninguna sensibilidad hacia sus colaboradores; para ellos son simples medios de producción de los que tratan de sacar el máximo provecho.

No hay que confundir la sensibilidad con la blandura, con la falta de disciplina o de control. La sensibilidad hace referencia a estar próximos, a conocer y tratar los problemas que tienen los colaboradores, a potenciar el desarrollo profesional de los mismos y a favorecer el apoyo y reconocimiento cuando se consiguen metas complejas.

Falta de afán por mejorar.

Y finalmente, es preocupante encontrar a jefes conformistas, satisfechos con la situación en que se hallan, faltos de ambición, carentes de iniciativas de desarrollo y progreso e incapaces de aprender de los errores cometidos.

Quienes no tengan afán por mejorar, no establezcan nuevas metas a alcanzar y no se levanten cada mañana con el propósito de hacer algo nuevo y mejor, están muertos en vida.


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